Nos amamos todo lo que se puede escribir en una noche de verano.

viernes, 25 de septiembre de 2015

"Creo que fui la única persona en todo el campamento que la sauna no le gustaba.

Me parecía claustrofóbico y minúsculo aquel habitáculo donde el calor se pegaba en los pulmones y me impedía respirar.

Pero las últimas noches tiene ese tinte especial que hace vencer tus miedos para convertirte en un idiota feliz.

Sin pudor nos calentamos en aquel infierno desnudos para terminar en un lago congelado bañado por el atardecer, en un país donde la luna nunca termina de estar en el cielo.

En una de las salidas me perseguiste medio ciego con ganas de sexo.

De alguna manera ambos sabíamos que aquella podía ser la mejor historia de una noche de verano.

Corrimos a buscar refugio, donde satisfacer nuestros deseos de animales en celo.

Terminamos lo más cerca que pudimos del cielo.

Nos tocamos el alma.

Tus manos querían conocer cada escondite de un cuerpo en llamas.

Susurrabas a mi odio todo tipo de elogios, en aquella mezcla mágica de ingles y un romántico francés. 

Yo temblaba de las ganas de tener tu boca en mi cuello.
De tus dedos entre mis labios prohibidos haciendo gemir a mis ganas.

Prometo que aquello no era un calentamiento.

Era una explosión detrás de otra de placer.

De corazón en arritmia y la respiración en apnea.

Mis células estallaban en millones de fuegos artificiales.

Nos precipitamos en una cadena de besos sabor lujuria, destino ningún lugar.

Nos aniquilamos en un instante eterno.

Nos robamos el cariño a suspiros.

Nos tatuamos la felicidad a base de caricias.

El éxtasis de mis uñas clavadas en tu espalda.

O tu cuerpo galopando entre mis caderas.

Te clavaste muy dentro.

Entre pecho y espalda.

Liberabas toda la energía que se desprende al frotarme.

Gozamos como dos amantes adictos.

Nos amamos todo lo que se puede escribir en una noche de verano."


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