La fría mañana reposa en los
bordes de las papeleras de la misma manera que los codos de los madrugadores lo
hacen sobre la barra del bar defendiendo sus cafés humeantes. Pedro echa un
vistazo al periódico de la mujer de al lado y ve a un hombre trajeado
estrechándole la mano a otro, también trajeado, pero con pajarita en vez de
corbata. Las luces de la tragaperras seducen desde la esquina y un par de
amigos se ríen de sus aventuras nocturnas tomándose la última antes de irse a
acostar.
Pedro
saca un euro diez y lo deja al lado de la taza. Se despide y empieza a caminar
hasta el local. Cuando llega, Andrés, su compañero, ya está esperando. Abren el
negocio y se acomodan en sus respectivos escritorios, la madera invisible
debido a los papeles.
La
mañana va transcurriendo sin demasiadas incidencias. Andrés sale un momento a
enseñar un piso a una mujer. Pedro se queda solo arreglando un papeleo con
relativa urgencia.
-¡Buenos
días! ¡Tengo que hablar con el encargado! ¡Estoy muy indignada!
Pedro levanta la vista y observa
a una anciana delgadísima agarrada a un bolso violeta bastante grande. Lleva
unos aros brillantes en las orejas y el pelo peinado hacia atrás, como si
escapase de su frente. Sus ojos
parecen lanzar fuego.
-Bue-buenos
días, señora. ¿En qué puedo ayudarla?
Y dicho esto se largó por donde
vino sin esperar respuesta. Pedro se desconcentró y empezó a pensar en
alternativas, dinero, compañías de seguridad y astronautas hasta que Andrés
apareció por la puerta
-¡Eh,
Pedro! ¿Y esa cara?
Andrés Varela
No conocía el blog, pero gracias a Cristina Entre Letras he pasado por aquí a echar un vistazo. Me encanta los mini relatos, me he enganchado rapidísimo :) me quedo por aquí, un abrazo!
ResponderEliminarMe alegro de qué te gusten, tenemos unos cuantos que nos mandan los lectores
ResponderEliminarUn saludo :)