Fragmentos: La muerte - Terry Pratchett

martes, 31 de marzo de 2015

¡Buenos días de vacaciones a todos! Estos días había decidido darle un descanso al blog, pero hoy me he levantado y me apetecía contaros un poco de esto y otro poco de aquello. Así que os escribo desde mi casa del pueblo, encima de mi cama deshecha y con todos los cacharros del desayuno por fregar.¡Ah, y en pijama!

¿Qué he venido a contaros hoy? Voy a hablar de Terry Pratchett. Como algunos sabréis, lamentablemente, hace unas semanas nos dejó este mago de la escritura fantástica. No os voy a engañar, no he leído nada suyo. Todavía. Llevo con El color de la magia en libros pendientes como un año, pero siempre me da pereza ponerme. Pero aun así, me dio pena cuando me enteré de la noticia. Hace unos días en el blog El jardín de las malas hierbas subieron una entrada parecida (un poco más extensa) en la que comentaban precisamente esto. La verdad es que es un blog que me gusta mucho y con un estilo muy peculiar. Pasad y cotillear un poco porque merece la pena, sobre todo sus ácidas reseñas.

Por mi parte, después de haberos comentado esto, os dejo con un fragmento que he encontrado de la obra de Terry Pratchett y que refleja muy bien el estilo de sus libros. Espero que os guste

Tenía que ser la Muerte. Nadie más iría por ahí con las cuencas de los ojos vacías, claro. Y la guadaña que llevaba al hombro era otra pista. Mientras Rincewind la miraba horrorizado, una pareja de amantes, riéndose de algún chiste privado, atravesaron la aparición sin darse cuenta de nada.
La Muerte parecía sorprendida, al menos hasta donde puede parecerlo un rostro sin rasgos móviles.
— ¿Rincewind? -dijo la Muerte, en tonos tan profundos y pesados como puertas de plomo cerrándose en una cavidad subterránea.
— Hummm -respondió Rincewind, intentando apartarse de la mirada sin ojos.
— Pero ¿qué haces tú aquí?
(Bum, bum, lápidas de criptas en sólidas montanas antiguas, comidas por los gusanos…)
— Hummm… ¿por qué no iba a estar aquí? -se las arregló para responder Rincewind-. Además, estoy seguro de que tienes mucho que hacer, así que te dejo…
— Me sorprende que hayas tropezado conmigo, Rincewind, porque tengo una cita contigo esta misma noche.
— Oh, no, no…
— Pero, claro, lo jodido del asunto es que esperaba encontrarte en Psephopololis.
— ¡Pero eso está casi a ochocientos kilómetros!
— No hace falta que me lo recuerdes. Ya veo que se me ha vuelto a descuajaringar todo el sistema. Oye, mira, ¿no te importaría…?
Rincewind retrocedió, extendiendo las manos frente a él como para protegerse. En una caseta cercana, el vendedor de pescado seco contempló a aquel loco con interes.
— ¡Ni pensarlo!
— Puedo prestarte un caballo muy rápido -ofreció la Muerte.
— ¡No!
— No dolerá nada.
— ¡No!
Rincewind se dio la vuelta y echó a correr. La Muerte le miró alejarse, y se encogió de hombros con gesto de fastidio.
— Pues que te den por el culo -dijo la Muerte.

1 comentario:

  1. Hace tres años aproximadamente que abri el primer libro de Terry Pratchett y me encantó... leer ese parrafo y leer como la primera vez es único...
    Excelente aporte y gracias por el souvenir

    ResponderEliminar