Querido tú, que no se si vas a llegar, pero todos dicen que
en el futuro estás.
La que no se si estará de la misma manera seré yo, y de
verdad espero que mis ojos de cristales empañados no se conformen con el
silencio de la tristeza.
No quiero ponerte nombre, siempre digo que he sido mala con
ello, y la verdad es que sólo intento eliminar causas que conlleven efectos
emocionales en mi cuerpo.
No te culpo por estar tardando, no se me da bien ser la
primera en hacer las cosas, necesito destrozarme las muñecas antes contra el
suelo, y después que esas mismas articulaciones sean las que lloren palabras en
hojas llenas de tachones.
Si alguna vez decides coincidir conmigo en una vuelta que
sepas que me fijaré en tu manera de andar, en si eres de esos que escalan
encima de las piedras para querernos conquistadores, o más de los que se
sientan a esperar resignados por el cansancio, quizás te enamores de la piedra,
y la beses bajo las luces de neón de las calles de una ciudad que no tiene
nombre.
Seguramente gastes tus tardes de otoño entre tizas de
colores, intentando dar color al suelo gris, que está cansado de soportar el peso
de las prisas, y yo me quedaré asombrada de la primavera creciendo en el
cemento, porque en una principio esa idea me resultará imposible. Te ayudaré,
te haré viajar por todos los rincones del planeta dónde he estado, sólo con una
condición no me pidas que sea tu musa, no quiero tener que pelear contra mi
ideal y terminar llorando fragmentando toda tu obra, además no sé estar quieta
y perderías los nervios, y lo único que quiero que desaparezca conmigo a tu
lado sean tus desasosiegos.
Estas palabras no tienen sentido, pero es que siempre he
estado viviendo en el error, y quizás estés caminando ahora por mi vida,
mientras yo me disipo en mi mutismo.
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