Llamar a tu puerta es como un interrogante,
nunca voy a saber la respuesta.
Hay días de puertas abiertas,
que paso por tu vida.
Paso, paseo, paseamos.
Qué bonito queda ese verbo agarrados de la mano.
Días de puertas cerradas,
que me dedico a hacer poesía a los pies de tu cama.
Leyendo el futuro en cartas de adivinas mal pagadas.
Pero...
Los días que dejas la puerta entreabierta
me pongo mi lencería de gata
y los ojos a rayas.
Porque sé que se van a cumplir mis alucinaciones.
Y así somos,
Volcanes en erupción de pasión.
Quemando nuestras ganas en cada beso.
Agarrando las brasas con la lengua
para saborear el fuego hasta nuestro epitafio.
Tus jadeos hacen volar todas mis pestañas
tripuladas por mis sueños.
Para qué quiero la luna,
si tengo tus pies enredados
en la tobillera de mi alma.
Si esto es el paraíso,
pequemos en orgasmos,
antes de que venga una diosa
a quitarme mis deseos de lujuria.
Si eres la primavera,
te doy permiso para que me soples entera
y mi polen surque el cielo
para plagar la tierra de este sentimiento.
Contigo nunca hubo cigarro después de un polvo,
ni un charco de pipas como signo de naufragio.
Me dejabas en el perfecto océano del cielo.
Quizás éramos masocas
porque en vez de intercambiar palabras de amor,
jugábamos a clavarnos arañazos de cariño,
o puñaladas de traición.
Porque éramos sin sentido,
absurdos, inexpertos, humanos.
Nos desgastamos a cumplir promesas
en los portales de tus ojos.
Esos que cuando nos equivocamos
vi llorar y quise contener todo en un mero vaso de cristal
que tenía como cuerpo.
Porque te bebí entero,
sólo por la fe de que eras mi eterna fuente de emociones.
Ya que no fuimos de fotos,
tomaste con tu cámara la mejor imagen de mi,
con la sonrisa inocente,
y las mejillas color cereza.
Siniestro total de impulsos kamikazes.
Quédate en mi naturaleza salvaje.
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