Envíanos tus historias: Como cabras

viernes, 19 de febrero de 2016



Dedicado a todos los animalitos, porque cuando podamos comunicarnos y entendernos sé que insultaréis a nuestros muertos y también a los que quedemos vivos (y, desgraciadamente, tendréis razón). 

Hacía veinte años que este tipo de cabras salvajes se había retirado a una pequeña área montañosa donde lograron por un tiempo mantener una población estable. La naturaleza es sabia (también cabrona, que todo depende del punto de vista y si no que le pregunten a los que solo pueden ser comidos, es decir, los que están abajo del todo en la cadena trófica), y estas cabras aprendieron a vivir en paredes prácticamente verticales. Al principio se despeñaban frecuentemente pero sus pezuñas se adaptaron finalmente al terreno. Allí las veías saltando libres de un peñasco a otro y comiendo los hierbajos que crecían entre las grietas. 

Era el último reducto de esta especie de cabras que había desaparecido del resto del universo entero debido a las guerras y el hambre. No porque las cabras fuesen a la guerra, que de eso no tengo noticia hasta la fecha (aunque los soldados estén como cabras), sino porque los soldados hambrientos solían cazarlas para alimentarse. Y fíjate, la necesidad de sobrevivir les había llevado a vivir en una situación tan inhóspita. 

Pero por unas y otras razones la población se ha visto reducida a una hembra y un macho. Ayer copularon. Hoy un par de cazadores que han pagado una millonada desayunan, preparándose para mandar al carajo a las dos últimas cabras. 

-¿Te acuerdas de las últimas ballenas? Qué subidón. Hoy me siento igual. ¿No es maravilloso ser dios por un momento?  Tú sí, tú no. 

-La verdad es que es una sensación agradable, a pesar de que cuando el orégano desapareció mi abuela se puso furiosa. Pero bueno, ahora con esto de la ciencia podemos hacer lo que queramos. 

-¿Preparada, entonces?

-¡Sí!

Cogen los rifles y empiezan a caminar. Una hora después se escucha un disparo y vemos un bulto cayendo por el precipicio, chocando allí abajo contra el suelo. Poco después se oye otro disparo y, de nuevo, algo cae de las alturas a teñir de rojo el suelo. 

Otra mujer con un fusil al hombro sale de su escondrijo. En su fuero interno sabe que las cabras le están dando las gracias. 

Andrés Varela

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