Soy mujer y soy escribo.
Soy plebeya y sé leer.
Nací sierva y soy libre.
He visto en mi vida cosas maravillosas.
He hecho en mi vida
cosas maravillosas.
Durante un tiempo, el mundo fue un milagro.
Luego regresó la oscuridad.
La pluma tiembla entre mis dedos cada vez que el ariete
embiste contra la puerta.
Un sólido portón de metal y madera que no tardará en hacerse
trizas.
Pesados y sudados hombres de hierro se amontonan en la
entrada.
Vienen a por nosotras.
Las buenas mujeres rezan.
Yo escribo.
Es mi mayor victoria, mi conquista, el don del que me siento
más orgullosa, y aunque las palabras están siendo devoradas por el silencio,
hoy constituyen mi única arma.
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