Cada vez que me piden hablar de ti y de mí, se me ponen los
ojos relucientes de melancolía porque jamás pude hablar de nosotros, ese
conjunto plural en el cual dos almas coinciden, es una cosa que muy pocos
comprendieron, al igual que no se contestar cuando te conocí, o porqué yo esa
chica de color gris llego a pintar vida de color arcoíris. Las parejas se
decían cosas bonitas, lo nuestro era la autodestrucción, y cuando empezó ese
juegos de orgullos de ideas contrapuestas perdidos entre conversaciones de divagaciones
que perdían un hilo central al cual aferrarse como tema central, nos propusimos
conocernos hasta el infinito como un reto en el cual el ganador sería el
poderoso, y el otro huiría aún no sé a dónde.
Todos quieren un principio, quizás la primera vez que
pronuncie tu nombre o tu supiste la existencia del mío, ese día no tiene mayor
importancia que nuestro mutuo pasotismo, pero si se formular la primera vez que
te importe, tú me preguntaste por mi color favorito, sin conocer que yo era
hija de la música y su melodía, que no juzgaba por estereotipos, porque si era
así yo sería el típico libro gris que dejas a un lado porque su portada no es
destacable, o porque en la complejidad te pierdes entre palabras confusas de
ideas irreverentes. Por eso cuando me quisiste juzgar por mi color, yo replique
que yo solo conocía notas musicales, donde mi preferida seria la menor, que su
sociedad le había educado para poner etiquetas a partir de lo que veía, en
cambio yo provenía del mundo de la
audición, desarrollar el odio, la empatía. Por ello creamos un mundo intermedio
para la igualdad de poder, las palabras y todo el mundo de la poesía y
literatura, usándolas para la sinceridad escondida entre palabras que siempre
escondían un mensaje subliminal entre líneas, jugábamos a darles forma con la
punta de los dedos, a nuestro gusto, yo fui una kamikaze precavida porque
siempre escondí un as debajo de la manga, te pedía que me picaras aposta, que
me gritaras todas las cosas que nunca me soportaste, y en esas peleas provocadas
aposta donde terminaban con tu sonrisa, solo esperaba que en tu marcha cuando me
las dijeras de verdad dolieran menos.
Nunca supe el principio, pero si el fin, Créeme, lo que nos
separó fue una letra, "hamar" se escribe con "h" no porque sea un error,
sino porque nos olvidamos que el amor siempre va enlazado al orgullo que hace
de un fuerte e infranqueable muro de silencio y distancia, y somos incapaces de
pronunciar esa letra, ya que si la dijéramos tendríamos que reconocer que le
echamos de menos o saber pedir perdón.
Y "hamar" con "h" es una palabra de adultos
porque de pequeños todos poseemos el firmamento en los ojos y besos en la punta
de la sinceridad, no entra en nuestro vocabulario esa letra bloqueando nuestros
deseos de complicidad, ni los suicidios sentimentales explotando en la peor
ocasión, dejando unas ruinas que se mantienen de pie tambaleantes sin llegar a
caer, muestra de un pasado glorioso que se intenta aparentar pero es solo una
difusa ilusión, créeme cuando digo que nos separó una sola letra impronunciable
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